martes, julio 03, 2007

Marketing en escabeche

Hay una cosa que no entiendo. Bueno, hay muchas. La ciclación de la glucosa es una de ellas. Otra es porqué hay tantos bares de viejos (como género) que se llaman Nebraska, Osaka, Taj Majal, Los Amigos... Incluyo este último porque no se puede hacer una lista con más de tres bares sin que aparezca al menos uno que se llame Los Amigos. Pero la cuestión está en los bares y cafeterías con nombres exóticos. ¿Cómo se sentirá un tailandés que entra en un local llamado Bangkok para comprobar que la especialidad de la casa son los boquerones en vinagre? Imaginen que van a Seúl y entran en el bar Málaga y sólo pueden pedir grillos con chocolate. ¿Habrá un bar Getafe en algún lugar de Nevada? ¿O en Hokkaido?
Esta reflexión viene al hilo de que hoy he quedado para comer con mi amiga, previa conversación telefónica que aquí reproduzco para solaz y provecho del estimado lector:

Amiga: Ayer me fui a comer con mis compañeros de trabajo al Nagasaki. ¡Y no pienso volver! Son unos bordes. ¡Y es carísimo! Bueno, entiéndeme: carísimo para ser el Nagasaki. Y además no me gusta la comida. Y casi no tienen postres. ¡No pienso volver!
Anómalo: Bueno. ¿Entonces quedamos hoy para comer?
Amiga: Vale.
Anómalo: ¿En el centro?
Amiga: No me da tiempo. Ven a buscarme al curro y comemos por aquí, anda.
Anómalo: Vale, ¿hay algún sitio por ahí?
Amiga: Tenemos que ir a uno que hay junto a mi oficina. No me da tiempo a otra cosa.
Anómalo: Puedo llevar algo... (mi fama como cocinero siempre me precede)

Amiga: ¡¡NO!! (lo dicho)
Anómalo: Te llamo cuando llegue, entonces.
Amiga: No, no, espérame directamente en el bar.
Anómalo: ¿Cuál?
Amiga: El Nagasaki.

Ah, vale. Siempre prefiero ir a sitios de los que tengo referencias...

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