Con esos maderos hacemos lapiceros
Yo no sé ustedes, pero yo sigo en proceso de recuperación de la Navidad. Como mi compañero de piso, Zoquete, ya está en plena forma, le pregunté cuál era su secreto. Me explicó que está en un equipo y que se entrenan mogollón. Como es así de generoso, me invitó a apuntarme con una única condición: que fingiera que no nos conocíamos de nada.
Claro, es que llegar a un sitio y ser el amigo de... en lugar de tener personalidad propia, es muy duro. ¡Cómo es este Zoquete!
En resumen, que fui a ver un partido antes de apuntarme y llegué a dos conclusiones.
La primera: que me parece que el entrenador es demasiado rígido para mí.
La segunda, más que una conclusión es que me acordé que yo para hacer deporte lo que prefiero en... er... no hacerlo.
3 comentarios:
Leyéndote me doy cuenta de que Zoquete tiene más vida social que yo y me entra una tristeza...
Además, que te atraviesen un tubo de metal de riñón a riñón debe doler lo suyo...
A mí me molan más cuando los jugadores están con las manos en la cintura y las piernas entreabiertas, rollo cateto dispuesto para la pelea...
Publicar un comentario